
La mayoría de las personas, tratando de cumplir con preceptos culturales de caridad, da lo que le sobra. Simplemente lo que cree no necesitar, sea dinero, comida, otras necesidades materiales o tiempo. Simplemente en su completitud y satisfacción, deja que su copa rebalse cayendo el sobrante a quienes deberían necesitarlo. Esta actitud últimamente se ha incrementado por la necesidad de muchos de cumplir con mandatos religiosos (que siempre han estado), para ser progresista o populista, o para simplemente sentir que cumplen con su consciencia o se participa en proyectos u ONGs porque es bueno para una currícula. Sin embargo, esto es perverso. Podríamos simplificarlo diciendo que simplemente la persona menesterosa se convierte en un objeto. Yo diría que ambos, el dador y el receptor se convierten en ello. En las actitudes mencionadas anteriormente, la persona que recibe se convierte en quien cumple los deseos del dador. No importa que se dé o cómo, simplemente cumple la necesidad de un rol. Esto conlleva a una gran variedad de atrocidades, dependencias, jerarquización y deshumanización. Algo que, tanto en mi libro Cuando los pobres nos llaman a la conversión o con el proyecto Realidad Empoderada, trato y trataré de revertir. Los dadores no poseen una noción de justicia. Se decide colaborar o dar, sin una relación de ida y vuelta. Porque ello no importa. La saciedad del dador no requiere de analizar y actuar en forma transformadora de la realidad. No se piensa en una justicia que trate de revertir el sufrimiento de los que no tienen opción. Trabajar en un proyecto transformador, requiere de compromiso, de dar parte de la vida de uno. Algo que desde las culturas ancestrales los grupos sociales comprendían muy bien, cortar parte de su vida para actuar comunitariamente en un proyecto comunitario superador en el cual cada miembro está dispuesto a dar de sí para acallar la inequidad, el dolor y el sufrimiento de los desprotegidos. Bajo una comprensión no dualista, donde la carne es la unidad indivisible entre lo espiritual o racional y las necesidades físicas en integridad.
Decidir colaborar, trabajar, participar, asociarse en un proyecto solidario conlleva a dar una parte de la vida de uno, para regenerar vida sana y religar aquellos cuerpos quebrados que claman por justicia y necesidades en cada minuto que pasa de este mundo.
PD: La fuente de la imagen se encuentra en una de las plazas de Buenos Aires, la Plaza de Mataderos, donde muchas familias pobres van a tirar la manta para vender algunas de sus pertenencias en la feria. Un monumento que funciona inmutable como si la única realidad fuera el rebalse de quien más tiene, a los que menos y los que casi no tienen nada…
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