Primera frase que se escucha en la calle, proveniente de un mundo que no ve y no desea comprender. Que se queda cómodo en sus institucionalizaciones. Una sociedad que dice querer ayudar pero solo piensa en tender una mano, cómodos desde arriba. Y desde allí, donde todos evitan sumergirse en un mundo diferente, lleno de necesidades; penetran esas excusas en una realidad que ve a ese mundo de incomprensión como inalcanzable y superior.
Las frases azotan forjando la benevolencia de sí mismos (como grupo, familia, ranchada…) y discriminándose entre sí. Lo peor de ello, es que estas forman una autoestima del yo pude o yo puedo que no permite verles como iguales, trazar un camino de ayuda mutua y de un nosotros podremos. En mi experiencia en la calle, algunas personas, se excluyen de sus pares por considerarse diferentes, siendo víctimas de la misma realidad y situación. Lo peor de todo es que esto no les permite aceptar o identificar su situación. Me refiero a la situación de falta de posibilidades que dispara una situación de abandono y aislamiento.
Dicen: —Está así porque quiere—. Y yo digo: —Está tomando alcohol, ¿y no puede dejar?—. Concluyo y me contesto:— Entonces, NO puede —. Porque el escucharle, acompañar sus vivencias, permite comprender que su sueño es el de que no le torturen más sus penas, vivir dignamente, vivir a su manera con decoro, dignidad y que alguien le acompañe en ese camino. El alcohol, si bien cumple su rol en determinado momento, se vuelve en un enemigo que no suelta la mano, un enemigo que engaña y dice: —No me dejes, porque sin Mí NO PODES— y ellos no pueden.
El —yo pude lograr lo que soy— en un mundo mágico y de autosuficiencia, no comprende que hay otros que no pueden. O mejor dicho, NO se encuentran en las situaciones adecuadas para poder. Esos discursos entran en aquellos mismos que están en la misma situación de calle y pueden por algún motivo controlar la adicción. Creando una distancia irreal entre pares, un criticar desde arriba, que no les permite acompañar a sus pares, comprenderlos y aconsejarlos desde la compañía. Este es un reto que se ha presentado en mi vida con mi familia de calle y la respuesta es simplemente: —No pueden— y necesitan acompañamiento y comprensión, para luego poder encarar otro camino que les permita ayuda profesional, aunque algunos, según dicen, han salido sin ella. Y hoy en día buscan trabajar.
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