Es necesario empatizar y conocer a la persona para poder saber cuándo se ayuda o no. Es la mínima parte de una solidaridad responsable y afectiva. A veces, actuar como buena persona no es siempre lo correcto. Contaré una historia que ejemplifica mejor esto:
Un día, salí de casa y vi a un muchacho de una de las ranchadas que visito. Es de los que me conocen de cuando eran niños. Junto con otros, casi criados en la calle, viven con mínimos límites y con momentos muy intensos en las drogas y el alcohol.
Nos saludamos. Me muestra unos cuadernillos de Ben10 y me dice: -Estoy vendiendo, hice 350 pesos. Me falta para comprar otro pack de libros en la librería para seguir vendiendo. Salen 480 pesos-. Obviamente, esas afirmaciones incluyen un pedido de colaboración. Ahora bien, yo lo conozco, sé que tiene problemas de adicciones. Además, sus movimientos demostraban claramente una ansiedad. La del exigir y ponerlo a uno en deuda
Le dije: -Plata no te doy. Pero vamos hasta la librería y compramos el pack de revistas, y yo pongo la diferencia-. Él hacía alusión a un tamaño del pack… algo así como de 30 o 50 cuadernillos. Seguí caminando y él me insistía que le diera el dinero. Luego cruzó de la otra vereda. Hicimos dos cuadras y me dijo que tenía hambre.
Resulta ser que a media cuadra me dice: -Es en esa librería-. De la mano contraria, y donde no es posible cruzar sin saltar la división. Su idea era ponerme obstáculos para hacer que me canse y así, le dé el dinero. Le dije: -Cruzá por allá que yo voy hasta la esquina, cruzo y voy hasta la librería-. Lo hice y el me esperó allí. Tomó tres revistas sueltas. Después le dije: -Vamos a la caja, allí le dicen: son $300-. Le pregunté: -¿No querés comprar más?-. Me dijo que no. Entonces le dije: -Vos tenés más plata, podés pagarlo con lo que tenés. Si eso es lo que querés vender, yo te compro un par de empanadas en una Pizzería-. Sin ganas y con disconformidad, pagó. Salimos y me empezó a gritar: -¡Me hiciste gastar la plata! ¡Yo quería tener plata, ahora no puedo comprarme nada que comer!-. La gente miraba. No me eché atrás y le dije que le iba a comprar dos empanadas. Trató de amagar a devolver las revistas. Para hacerme sentir culpable y que le diera plata. Me hice el indiferente y seguí caminando. Me amenazó, porque lo había obligado a gastar su dinero. Después salió con el cuento de que tenía que comprar pañales para su hija. Ahí, casi se me termina la paciencia (los pañales se venden muy bien en la villa). Fui y le compré dos empanadas. Se sentó en una mesa… siguió gritándome diciendo que quería tomar una gaseosa. Le puse límite. Luego siguió, amenazando con que iba a devolver las empanadas… para lo cual, ya directamente lo dejé.
Sé que las vidas de los chicos son extremadamente complejas, que delinquen y consumen siendo muy jóvenes. Por lo menos ahora, solo le quedaba como opción: seguir vendiendo y alimentarse.
Es importante comprender lo que hacemos cuando damos plata y no conocemos la realidad de la persona. Es necesario tratar y empatizar con la persona para realmente poder ayudarle.
El proyecto tecnológico/social Realidad Empoderada surgió en la necesidad de comprender que es necesario un empoderamiento social solidario que transforme la sociedad. OTRO MUNDO ES POSIBLE.
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