Salida de lunes, por agosto del 2012. Me preguntaba al terminar las visitas: “¿Cómo podré entender lo inentendible?”
Vos podés acercarte a la persona que vive en la calle, allí en tu barrio, a la vuelta de tu casa. Si podés, no dones dinero, no envíes alimentos, hacerlo vos directamente, chárlale, háblale, cambia la mirada, que no solo cambiaras la vida de quien te escucha, sino también la tuya.
Fue una salida típica para prestar oídos. Varias personas tenían ganas de hablar.
Pero se ve que la pesadez que sentí desde la salida, tenía una explicación al llegar a Paraguay y 9 de Julio, uno de los lugares más especiales para mí en se tiempo. Pero no había nada, estaba todo limpio. Habían desalojado a varios de mis amigos. Hoy estaba decidido a anunciarles que reiniciaríamos las charlas callejeras de los viernes, que tan prosperas habían sido meses atrás con la presencia de Carlos. Un hombre mayor, tranquilo, apacible y compañero con los demás muchachos de la ranchada. Tenía conocimientos de historia y un perfil un tanto exotérico, no muy marcado. El cayó en la calle de grande.
Cuando los empecé a visitar, al poco tiempo se armaron charlas. En la ranchada están él y cuatro muchachos. Con uno de ellos tengo una relación de amistad hasta el día de hoy. Les ofrecí que una o dos veces por semana eligiéramos un tema y yo buscaba información sobre el mismo para luego debatirla. Recuerdo que el primer tema fue sobre los mundos, el concepto de “mundo”. Para ello, analizamos unos textos del libro de Juan y material didáctico que desarrollaba como se aplicaba el concepto de mundo. Hicimos muchas reuniones, muy agradables. En la avenida más ancha de Argentina y muchas veces agrupados bajo la luz de un farol.
Me había llevado mucho tiempo afrontar la desaparición de Carlos, que desapareció y solo se tuvo la información de que hace meses estaba en terapia intensiva en estado grave. La calle es así, agreste, construimos y sembramos comunidad, y de repente todo se desvanece ante nuestros ojos. Me pregunto: – ¿que nos pasa que, mientras unos los echan del lugar de donde están, otros tramamos de acompañarlos en sus progresos personales y grupales?, ¿acaso echarlos de un lado para que vayan a otro, cambia algo?, ¿qué perspectiva produce para el echado y para quienes le ayudan?
En esa ranchada, gracias al compañero Carlos, y también en cierta manera mi compañía, se había logrado que algunos dejaran el alcohol, que se interesaran por estar mejor, surgieran nuevos deseos, como, por ejemplo, el de buscar compañera y organizar sus vidas, etc. ¿Y ahora?
Ese día, en ese vacío que apareció, no fue bueno, pero si adecuado, comentar que, en estos tiempos, muy necesarias y útiles sin llegar a ser irrealistas, dejamos nuestra conciencia en organizaciones, ONGs, gobiernos, impuestos, donaciones, como si eso solucionara todo, para que mágicamente encuentre paz nuestra conciencia. ¿Vamos a seguir engañándonos?
Vos podés hacer algo cuando pasas cerca de una ranchada, cuando volvés del trabajo, cuando tenés un ratito para compartir algo con las personas necesitadas que viven en la calle. Vos y tus visitados son capaces de hacer historia, historia transformadora de sus vidas y las de otros.
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