Cuando tenemos que dedicarnos o poner nuestro tiempo y esfuerzo en otros, como por ejemplo para acompañarles, solemos pensar que debemos hacerlo con amor. Con el cuidado necesario para esas personas que necesitan protección, una guía, o simplemente un estar acompañadas. Sentir a la otra persona, desde su realidad y su cotidianeidad, tanto sea para ser comprendidas y estar, como para tratar de desbloquear determinados pensamientos, actitudes o acciones que autoboicotean a la persona o la autolesionan, o también para asistir en acciones que no puedan ser realizadas en forma autónoma por la persona. Siempre decimos: no debemos anular al otro, pero al hacerlo solo con amor, en cierta manera, en cierto aspecto transformador, nos estamos anulando a los dos. Cercenando o pasivando [1] nuestras capacidades transformadoras.
Si tomamos como ejemplo una relación de pares. Al cerrar el amor, a la pareja, quedamos encerrados en una burbuja, con riesgos de caer en una relación exclusiva. Es obvio que la utilización la palabra exclusiva, puede pensarse a que la persona que acompaña se concentra solo en un destinario o acompañado y no brinda atención a otras personas de la comunidad. Ese no es el fin que quiero darle a dicha palabra. Por un lado, hay un tema de limitaciones personales, y que no podemos poner en riesgo la salud físico-mental al asistir a varios destinatarios al mismo tiempo o período. Aunque lo justo sería una dedicación según necesidad, pero siempre medida, por nuestras capacidades y las realidades del contexto. Así y todo, formando pares, con dedicaciones con amor, terminaríamos cerrando relaciones de a pares. Es necesario, abrir esa manera de sentir, hacerla más comunitaria desde el acompañamiento con y para el amor, es decir hacerlo por amor. Trabajar en un nosotros amplio y desde un nosotros regenerar humanidad.
Pensamos que tenemos que hacerlo con amor, con respeto hacia el otro. En una relación entre mi persona y el otro. Sin embargo, esa manera de sentipensar nos puede llevar a cerrarnos en una relación de par y no tener una proyección comunitaria. Dicha proyección implica una transformación, no solo personal y del acompañado, sino que también en una transformación comunitaria y por ende de las estructuras existentes dentro y fuera del grupo. Debemos tratar con amor al otro, pero también debemos actuar por amor al amor, a una comunidad más justa y amplia. Para ello es necesario que las acciones amorosas y sensibles conviertan a las nuevas relaciones de pares, en acción comunitaria. Que el cara a cara del acompañante y el acompañado, sea un cara a cara divino, comunitario, que convierta al acompañado y mi relación, en revinculación dinámica con el resto de la comunidad o familia de calle (en nuestro caso). El trabajo cara a cara debe conllevar en sí mismo un impulso que genere movimiento, interrelación, nuevas revinculaciones colectivas, y una revitalización o regeneración comunitaria. Por poco, o no perceptible, o insipiente que pudiera ser esa reforma,pero en sí misma es generadora de renovación en el amor y por amor.
No dejemos de mirar, de sentarnos al lado, de escuchar, y acompañarnos de un nosotros con el menesteroso, el que sufre, las minorías que no tiene voz ni espacio, con los marginados y con los sin poder [2].
[1] Si bien puede ser utilizada como una palabra del contexto de las tecnologías de sistemas, especialmente a la pasivación de fenómenos de señales. Podría interpretarse como reducir o eliminar perturbaciones no deseadas en un sistema para estabilizar su respuesta o hacer que no sea reactivo ante señales o no generar una realimentación activa que amplifique el fenómeno.
[2] Los que están quebrados por dentro, sin fuerzas, desahuciados, o que no pueden defenderse por sí mismos.
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