En este tiempo en mi país son tiempos de derroteros para quienes buscan saciar los anhelos de justicia, de vida digna, de recoger el maná según necesidad. Para quienes gestamos las acciones sociales desde la praxis social y las mantenemos vividas desde la calle. Encontramos una calle que no desea saber nada del prójimo, que solo se viva: el yo me salvo, y me salvo bien solo. Donde al hablar de compartir y el de no dominarse unos a otros se encuentran oídos que se vuelven sordos y actitudes de poca amistad ¡Hay familia de calle!
Y las acciones que se llevan adelante en nuestra asociación o comunidad amplia de base se ven peligrar. Sin más, hace dos días se pudo salir adelante ante la compleja situación de estar en riesgo la continuidad de nuestra revista ante limitaciones técnicas que requerían de fondos, pero que mendigando a la empresa proveedora se pudo salir momentáneamente de la situación.
¿Seré un mal ateo que me olvidé de mi Dios?
— ser ateo de un dios injusto.
Hoy salí de casa pidiendo como quien dice un poco de relax. A dos cuadras de casa me encontré con Grillo, un amigo de la familia de la calle. Él está en silla de ruedas debido a un accidente que tuvo en un tren, y del cual tampoco pudo hacerse de su indemnización por el accidente por no poder tener acceso a la justicia (no tener un abogado o quien le acompañe en el proceso). También tiene dificultades en el habla. Él tiene problemas de adicciones. Por años intentamos, mutuamente, poder iniciar el proceso para obtener una pensión por discapacidad. Pero a él le cuesta poder mantenerse en un lugar y además manejar sus ansiedades/adicciones. Tenemos una gran amistad de confianza mutua.
Hace un tiempo que lo veía dejado, con ropa sucia y rota, y no higienizado. Ya tres veces me dejo colgado (es decir, se desapareció) para ir a visitar a su mamá a provincia, con quién tienen tiene una relación conflictiva, algo común en mucho de los muchachos. La relación familia y adictos, es una relación no solo compleja, sino que se agudiza cuando las familias no pueden mover su compresión fuera de lo conservador. Sin desligar estos dichos las controversias de la persona adicta.
Luego de hablar sobre ello, y sobre su idea de irse unos días fuera de la ciudad después de ir para fin de año unos días con su familia. Lo ayudé a encontrar un lugar que fuera posible para él, no un imposible. Grillo dijo: «La ciudad atrapa», yo digo: la gente que vive en la ciudad y la sociedad no llevan una relación solidaria saludable con el necesitado. En la ciudad muchas cosas se consiguen más fácilmente, entre ello la ayuda económica, que para algnxs es extremadamente necesaria y para otros en determinado momento es útil para seguir diciendo: «La ciudad atrapa». En la adicción las personas conllevan un gran dolor. La única cura es a través del amor.
Grillo me dijo que Dios se había equivocado. Que el infierno era esta vida, el aquí; y que el otro mundo de felicidad era después de la muerte. Le comenté que cada uno tiene una interpretación de dios, cada grupo social también… que ese del cual él hablaba sería un dios perverso, ¿Cómo Dios podría ser tan injusto? ¿Cómo podríamos pensar en un dios así? Entonces me repitió una serie de dogmas que seguro aprendió de manera atenta y esperanzadora en algunas iglesias (relacionado con una única verdad absoluta de un Dios Jesús construido a medida de los intereses de los que siempre se consideran ganadores). Le dije que para algunos Jesús era un dios con una túnica blanca, sin mancha, perfecta, púlcra (siempre mis relatos van con algunas teatralizaciones :-)) y otros lo ven como un hombre de su pueblo que andaba entre ellos vestido como ellos, escuchándolos…
¡Este es el infierno!, me dice.
Más allá de las reflexiones o ideologías religiosas, detrás hay ideologías del poder político, cultural, social y religioso/espiritual. El famoso fatalismo (tema estudiado por el teólogo y psicólogo Martín Baró acribillado a balazos junto con otros curas católicos romanos de la teología de la liberación y una mujer con su hija, por ejecutores del ejército salvadoreño en 1989) , allí, está cumpliendo su función. Fatalismo, que repetimos una y otra vez, acallando toda opción superadora en esperanza por un mundo posible en esta realidad, y aseverando que esta es exclusivamente en un paraíso después de la muerte.
Le dije que como podíamos, creer que Jesús pensara que sus hermanos del pueblo (lo señalé a él) debían sufrir, y que el sufrimiento en vida era la única opción. ¡Cómo podemos pensar esto! Dios quiere un mundo mejor, en este mundo, no en un mundo esclusivamente después de la muerte. Dios quiere un mundo mejor, Jesús comprendía que debía transformar la realidad injusta de su pueblo, del campesinado, de los considerados impuros, los pobres (no fuí tan extenso con mi explicación, pero sí le di a entender que él estaba allí), y a todo pobre en espíritu. Trató de hacerse el desentendido, con lo cual le dije (para que él también entendiera que debía poner su parte) que Dios lo quería vestido e higienizado dignamente, hablando con sus hermanxs de calle sobre un futuro en un mundo más justo, en estas vidas. Dónde él se transforme y transforme a los demás para un mundo mejor y justo, un mundo que es posible, del cual Jesús hablaba. Le pregunté si comprendía lo que le estaba diciendo, para invitarlo a dar una opinión o reflexión. A su manera típica (la cual conozco muy bien y que a veces busca deslindar responsabilidades o desentenderse de ser actor de su cambio) me dió a entender que entendía por dónde iba; aunque no tanto 🙂 Él es una persona inteligente, y comprende, aunque a veces hace abuso de su inteligencia para esquivar el poner su parte.
Nos despedimos unas dos o tres veces, con vueltas (charlas breves) para tomar conciencia de lo hablado (a él le encanta y busca siempre eso).
Cuando me alejé, vi mi fatalismo quedarse atrás, para ser hereje de ese dios de las perdidas, del no se puede, del estar en el derrotero. Para ser creyente de un Dios que nos acompaña en la transformación de este mundo. ¡Ahí está la promesa navideña! en la cual tenemos que ser parte y artífices en la gestación, la regeneración reformadora de OTRO MUNDO POSIBLE Y NECESARIO.
PD: Si no pudiera pensar que el día de despedida no pasó, cuando murió mi amigo Marcos, hermano de calle noble y buen hermano entre todos. Lo vi antes de dejar esta vida, en un espacio de terapia intensiva improvisado en una guardia de un hospital. Porque no había lugar «para el» (1) en el hospital. Como puedo no tener esperanza que un día, un día de justicia plena, en el que quién no sabe cuando podamos nuevamente abrazarnos en plenitud y compartir una comida juntos.
(1)María y Jose tampoco encontraron espacio para ellos y tuvieron a Jesús en un lugar que se usaba para albergar animales.
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