Desde hace ocho años atrás, la relación entre las personas en situación de calle ha cambiado. Dada la crisis en aumento, en especial en esta etapa post COVID, ha expulsado y atraído a más personas a poder vivir y tratar de cubrir sus necesidades en la vida de calle. Uso la palabra atraído, como sinónimo de única opción y búsqueda de una posibilidad de al menos alimentarse y recibir algún tipo de ayuda, por mínima que sea. Esta situación en aumento fue nueva para muchas personas que la histórica cultura de calle no pudo contener tampoco en sí misma. Lo cual es obvio y esperable.
En este tiempo, estoy esforzándome demasiado en la calle. No es algo meritorio, sino más bien quizás un descuido. Estoy tratando de generar vínculos de afecto y confianza con los amigos y amigas visitados. En la situación actual, la calle es injusta, antipersonal, trata a las personas como objetos, etc… todo lo que hemos hecho de ella responde de la misma manera hasta que se puede hacer un vínculo profundo: que hoy día no logro enfocar el proceso necesario teniendo cuidado de mi persona.
Se puso en jaque también nuestra manera de hacer comunidad de: Familia de calle. La realidad es que aunque se vean personas durmiendo en un mismo sector, están solas o se agrupan de a dos o máximo tres personas.
Uno sale, ama, siente y trabaja por La Familia de Calle. En este último tiempo he tratado de difundir y continuaré con esta metodología de generar y compartir material escrito para concientizar a esta nueva calle en una visión comunitaria desde sí misma. No será fácil, pero al menos los escritos son leídos, y algunos guardados.
Siempre en mis notas desarrollo el tema del dualismo y la disociación. Somos uno, en espíritu y mente-cuerpo. Así como las sociedades dominantes ejercen sometimiento a los países dependientes, con políticas que son funcionales a unos pocos, y la dominación e indiferencia en nuestras mismas sociedades generan enfermedades mentales, sufrimiento, desnutrición, etc.
La población de calle es el fiel reflejo de la inequidad y la violencia social. Desde allí y con ellos, la percibimos, y nos devuelve esa misma enfermedad.
En la recuperación y en los caminos posibles, se encontrarán las opciones para, desde abajo, construir antídotos, defensas, para todes y entre todes, en un camino firme con esperanza y amor.
Como cierre de este post comparto este texto que he difundido entre los amigos de calle:
Van a hacer 13 años que acompaño a la familia de la calle, y muchos no saben porqué me acuesto y me levanto haciéndolo. Uno ha optado por los pobres y los marginados como una manera de hacer un cambio profundo de este mundo. Un mundo que está construido para que saquen provecho unos pocos y siempre estén beneficiados aquellos que ya tienen sus posibilidades para llevar una vida de progreso. Un mundo para pocos.
Quienes sentimos el compromiso de cambiarlo, creemos que este mundo debe ser rehecho o reconstruido, o podríamos decir reformado mirando y trabajando con quienes no tienen opción. Desde sus realidades, un amor cercano y un compromiso basado en la hermandad igualitaria. Y así, de a poco, dar espacio y voz en la sociedad a grupos como la familia de la calle.
Trabajamos para que ese mundo a reconstruir se haga mirando la realidad de quienes la pasan mal, no tienen acceso a sus necesidades; los que siempre pierden por no tener opciones y estar en desventaja, los discriminados, etc…
Eso no quiere decir que todo lo que suceda o la cultura de calle este todo bien. NO ES ASI, también hay muchas cosas por cambiar y repensar entre todos en busca de JUSTICIA para todos y no también para unos pocos. Siempre dentro de lo posible cuidándonos, y no exponiéndonos tampoco a situaciones de abuso, solo por el hecho de querer acompañar y ayudar.
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